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Valientes que un domingo lucharon contra los elementos

Aquí os dejo la crónica que escribió David Casillas, periodista y aficionado a la bicicleta, de la última prueba del Circuito Spiuk. Creo que realmente merece la pena pararse un minuto a conocer que siente un aficionado al ciclismo cuando coge la bicicleta.

«Había dejado de llover, tras una noche de diluvio universal, y en el cielo se pintaban grandes y hermosos retales azules, inesperada mejora climatológica que hacía abrigar esperanzas (seguramente más por deseo que por convicción) de que la II Ciclomarcha de los Puertos Míticos de Ávila, incluida en el Circuito Spiuk, no iba a ser una lucha contra los elementos antes que contra la carretera.

Poco después de las ocho de la mañana partía de Ávila la concurrida y alegre comitiva de amigos de la bicicleta, dispuestos a devorar kilómetros y disfrutar de una ruta muy bien organizada que iba a transcurrir por paisajes preciosos y carreteras ideales para la práctica del ciclismo. La etapa se esperaba dura y seguramente por eso se afrontaron las primeras y ásperas rampas del puerto de la Paramera, colocado a menos de tres kilómetros de la salida, sin prisas. A los cinco kilómetros del inicio, con el primer respiro en un falso llano que seguía a 2.000 metros bastante exigentes, presentó también sus credenciales un fuerte ventarrón del suroeste que endureció la cuesta arriba.

Los rostros de los 'Puertos Míticos'

Los rostros de los 'Puertos Míticos'

Piano, piano, con el puñetero aire dando de costado, fue quedando atrás el  puerto, engañoso y muy capaz de atragantarse por esa mezcla suya de pendientes duras y falsos llanos que impiden coger un buen ritmo de subida. La bajada hacia El Barraco, casi ocho kilómetros con una pendiente constante de entre el 7 y el 5%,  fue peligrosa, con la carretera mojada y el viento, envalentonado, dando empujones por el lado derecho.

Al llegar a pie de puerto y torcer hacia la derecha el aire canalla que antes daba de costado se vino encima de frente; tocaba superar un largo llano que en condiciones normales se hace cómodo, que incluso ayuda a recuperar fuerzas, pero el fuerte viento, que comenzaba a llegar acompañado de la lluvia, hizo más duro de lo previsto esos ocho kilómetros. Alguno comentó, mientras subía piñones para buscar un pedaleo cómodo que costaba encontrar, que momentos así son los ideales para aborrecer este hermoso deporte de la bicicleta… pero no era para tanto.

Imagen de la salida

Imagen de la salida

Llegar a Navalmoral de la Sierra y virar hacia la izquierda fue un gozo; primero, porque el aire dejaba de ponerte la mano en la frente, y segundo, porque comenzaba una bajadita larga y nada complicada que se agradeció mucho.  Al arribar a Burgohondo tocó dividirse. Los menos preparados giramos hacia la izquierda, buscando un nuevo desnivel favorable y un agradecido viento a favor, mientras que los más valientes seguían su camino hacia el puerto de Serranillos, cuesta arriba, contra el viento y dirigiéndose, además, a una zona que las nubes aferradas a la montaña convertían en amenazadora boca de lobo.

Hasta Navaluenga todo bien; tranquilidad y buena velocidad en plato grande, sin apenas esfuerzo, pero cuando tocó enfrentarse al puerto de San Juan de la Nava volvieron las dificultades. Quizás fuese por mor del frío y la lluvia, que no ayudaron a que los músculos entrasen en calor como hubiese sido de desear; quizás porque hablamos de una cuesta engañosa y dura que si no la respetas te come las fuerzas más de lo deseado; quizás porque sabíamos que después de esta larga pendiente venía el puerto de la Paramera por el lado que antes se había bajado y había que ser previsor… pero el caso es que el ritmo al que subió no fue todo lo alegre que hubiese sido de esperar.

Llegada de la prueba corta

Llegada de la prueba corta

Entre puerto y puerto disfrutamos de unos kilómetros de bajada, los tres que hay entre San Juan de la Nava y El Barraco, pero al llegar a este pueblo y virar 180 grados hacia la izquierda, entrando de lleno en el puerto de La Paramera, el aire, que había ayudado desde que dejamos Burgohondo, volvió a ponerse en contra, haciendo duras las primeras rampas. Con la carrera convertida ya en un rosario en el que cada cual iba a su ritmo, el puerto, que no conoció descanso de la lluvia, fue haciéndose más pequeño, menos largo, sobre todo cuando a la mitad del recorrido fuimos de nuevo buscando el sentido noreste y encontrando en ese cambio el soplo favorecedor del aire que entraba por la espalda.

El viento seguía azotando a la llegada a meta.

El viento seguía azotando a la llegada a meta.

Luego ya todo fue bajar La Paramera y pedalear, disfrutando a tope las fuertes pendientes y maldiciendo los frecuentes falsos llanos que, con las piernas ya amenazando doler, obligaban a poner el plato pequeño. Cuatro rotondas, tres, dos, una y, por fin, la meta. ¡Qué magnífica sensación!

A pesar de la lluvia, el viento y el frío, la jornada de ciclismo fue una experiencia magnífica, un reto que se disfrutó a pesar del empeño de la meteorología por fastidiar la fiesta. Y no creo que porque los ciclistas sean masoquistas, que en absoluto lo son, sino porque practicar el afán de superación es una experiencia personal absolutamente enriquecedora que no deja de deparar satisfacciones.

¡Hasta el próximo año en Ávila!


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